¿QUIÉN?
¿Quién? Esa era la
pregunta que la despertaba al alba. Con las dudas asaltándole el corazón,
golpeando sus sienes en cada latido. Se despertaba con el sudor adherido a su
cuerpo y a las sábanas. Con el miedo esparcido por toda la cama.
Se levantó una vez más
sintiéndose presa del pánico, que burlón la esperaba en cada esquina de aquella
casa. La recorrió, contemplando despacio los familiares rincones. Repasando con
la vista los mullidos sillones. Aspiró para tranquilizarse, el olor de tomillo
y romero proveniente de la cocina. Se dejó llevar por el silencio, como si de
un reparador bálsamo se tratara. Todo era paz, quietud, calma y de pronto un
crujido intenso. Un chilló que le heló el alma. Otra vez ella, que venía con
esa incógnita adornándole la boca. Abriéndola
y cerrándola, en ese movimiento macabro donde su voz sonaba ronca.
Aterradoramente conocida y desconocida al mismo tiempo. ¿Quién?
Corrió de nuevo al
cuarto, para refugiarse en lo más profundo del armario, donde no la encontrara.
Escondida entre faldas, pantalones y abrigos se sintió a salvo. Pero sabía que la estaba esperando. Quiso gritar ¿quién eres,
porqué estás viviendo mi vida? Pudo oír su cruel risa. No sabía exactamente de
dónde provenía, pero ahí estaba presente, habitando cada poro de su piel.
Apoderándose de su alma rota una y otra vez.
Impotente se llevó las
manos a los oídos, intentando en vano acallarla. Necesitaba pensar con claridad
en aquella extraña. Recopilo todos los datos y esto es lo que conocía:
-
-
Besaba a su marido por las mañanas.
- -
Le preparaba el desayuno a los niños,
llevándolos después al colegio.
- -
De camino a casa hacía la compra en el
supermercado.
- -
Al llegar la misma rutina de siempre.
Fregar, barrer, cocinar.
- -
Recogía a los chicos.
-
-Su esposo llegaba de trabajar y ayudaba
a los chicos con las tareas.
- -
Así hasta que llegaba la noche…. Y
volvía de nuevo la niebla espesa.
Con su manto
blanquecino a llevársela de nuevo, a ese mundo de pesadillas donde se
encontraba ella. Esa extraña que no llegaba a entender quién era, pero que
existía dentro de su cuerpo. Con sus mismas manos, sus dos formidables piernas.
El fino tronco con su pecho firme, pequeño y prieto. Todo el conjunto en
definitiva era salvajemente suyo. Entonces porqué cuando se miraba al espejo,
no contemplaba a la vieja Elena.
Esta era la rutina
diaria, que le devolvían sus recuerdos. Pero porqué aquella desconocida, se
empeñaba en angustiarle el cuerpo. Lloró entre sus viejas ropas, como si fuera
una niña pequeña, con enorme desconsuelo. Se quedó dormida, agotada de puro
sufrimiento. Y en sus sueños de nuevo ese rostro, esa carcajada que le helaba
lo más profundo de los huesos. Luchó por despertarse, intento hacer algún
movimiento. Sentía que le faltaba el aire. De nuevo esa vieja sensación de
terror de estar encerrada, dentro de su propio cuerpo. Tras mucho intentarlo
consiguió despertar, pero en medio del silencio se oyó de nuevo ese crujido.
Aquella carcajada de sierra oxidada y metálica. La voz ronca, desconocida y vagamente
familiar, parecía provenir de un esperpéntico e inmóvil payaso. Al que alguien
le hubiera dado cuerda, para poder mover su boca arriba y abajo, lentamente
pronunciaba…. ¿Quién?
Pataleo con todas sus
fuerzas, ya no estaba a salvo ni en el armario. Abrió desesperada la puerta.
Cayó estrepitosamente al suelo, solamente vio oscuridad. Antes de desfallecer
se sintió morir de puro pánico, de infinito miedo.
La encontró su marido
al volver del trabajo. Supo al instante lo que había pasado. Elena se
encontraba desmayada, tras un nuevo ataque. Desde que tuviera aquel fatal
accidente, sufría un raro caso de amnesia. Tenía días donde en su memoria se
burlaba de ella. Había quedado tan desfigurada, que tuvo que someterse a una importante operación,
de cirugía estética. El cambio era impresionante. Ya sólo quedaba de ella sus
manos, sus dos formidables piernas. El fino tronco con su pecho firme, pequeño
y prieto. El conjunto en definitiva, que era salvajemente suyo. Salvo su
antiguo rostro. Ahora era aquella extraña, que la visitaba algunas que otras
mañanas, tras quedarse en la calma del silencio. Esperándola en el crujido de
su grito tras mirarse en el espejo. Dónde esa desconocida, conocida mueve la
boca arriba y abajo. Estalla la cruel carcajada. La incógnita espera, ¿quién?.
FIN
MARÍA
MARTÍNEZ DIOSDADO.
Participo en el reto del Blog "Acompañame"
Participo en el reto del Blog "Acompañame"
Debe ser duro no saber quien eres, genial relato, me ha gustado mucho ;)
ResponderEliminarMaría, veo cómo cada día te superas a tí misma. Como si hubieras hallado la magia que afina tu pluma. Me encantó. Mucho
ResponderEliminarMuchas gracias Támara!! Besos.
ResponderEliminarNo sé si la magia. Pero si a vosotr@s que me motiváis. Besos especiales para ti relinda!!
ResponderEliminarMuchas gracias Támara!! Besos.
ResponderEliminarBuenas.
ResponderEliminarVengo desde el blog de Acompáñame, donde se hará el concurso de relatos de Halloween otra vez este año y debo decir que el tuyo está genial.
Enhorabuena.
Muchísimas gracias!! Besos.
ResponderEliminarMuchísimas gracias!! Besos.
ResponderEliminarCompi no sólo cada vez escribes mejor, si no que te atreves con otro género y lo haces igual de bien. Un besazo campeona.
ResponderEliminarAyyy que te como con panaderas!! Mil besos compi!!
ResponderEliminarQue duro para la protagonista,,, pero que buena historia que no te esperas ese final,,, genial me ha encantado.
ResponderEliminarSiii es durilla. Besos guapísima!!
ResponderEliminarSiii es durilla. Besos guapísima!!
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